y no es por falta de palabras, sino por la falta de su uso.
Ni para estrellarnos una copa de celos fuimos capaces de abrir la boca.
Y ni mucho menos abrimos la boca para abrirnos el corazón.
El hueco que dejó la desinformación lo lleno la interpretación.
Pues la película no tuvo nada que ver con la realidad y menos aún con los personajes.
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